En búsqueda del Hermano No. Uno (Traducción)

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Por Dale Keiger
Traducción: Albeiro Rodas
Publicación del Johns Hopkins Magazine, noviembre de 1997.

EL PASADO JUNIO, EL PERIODISTA NATE THAYER MIRABA a la pantalla de su ordenador en Washington, D.C. y adivinó que era el tiempo apropiado para buscar una entrevista con Pol Pot. Admitiendo, claro, que había pensado lo mismo cientos de veces antes, pero no había encontrado la manera de llegar al elusivo antiguo dictador de Camboya. Su única consolación era que, desde 1978, ninguna otra persona lo había logrado.

Pero ahora tenía una sensación. Revizó una lista electrónica de noticias que circulaba reportes acerca de Camboya en el Internet. Cada día, cuando iba a trabajar Escuela Nitze para Estudios Internacionales Avanzados (Nitze School for Advanced International Studies - SAIS) de Hopkins, se conectaba al Internet y revizaba la lista de Camboya. Pero esta mañana de verano, Radio Jemeres Rojos reportó tormentas en las altas esferas del partido. El ministro de defensa, Son Sen, había sido arrestado como traidos y después ejecutado. Algo grande estaba en camino y Thayer olfateaba una oportunidad.

Durante la mayor parte de los últimos 13 años estudió, vivió y reportó acerca de Camboya para la Associated Press, el Washington Post, el Phnom Penh Post y el Far Eastern Economic Review. Cuando los jemeres rojos derrocaron al gobierno camboyano en 1975, Pol Pot, conocido dentro del partido como Hermano No. Uno, lideró el país en lo que se conoce como autogenocidio. Los jemeres rojos terminaron con sus propios citadinos vaciando las ciudades, forzando a la entera población en el trabajo esclavo como parte de un esquema económico radical que significaba crear una utopía agraria y asesinaron a todo aquel que se puso en dicho camino. Antes de la invasión vietnamita a Camboya en la Navidad de 1978 en la que los jemeres rojos fueron enviados a las junglas a principios de 1979, cientos de miles de personas murieron por tortura, hambre o balas de ejecusión. Nadie sabe cuántos perecieron. Estimados se amplian de uno a dos millones. Comparado con la población estadounidense si esta fuera la que hubiese muerto así, los números llegarían de 35 a 70 millones de personas desaparecidas en menos de cuatro años.

Ningún occidental vio a Pol Pot desde el día antes de que Vietnam invadiera en 1978. Él era, en palabras de Thayer "la última gran entrevista del planeta" y Thayer la quería para él. El reportero de 37 años se paró a las afueras de SAIS, que tiende a ser un lugar sobrio y serio, poblado por abotonados extranjeros expertos en política y estudiantes que quieren ser el próximo Zbigniew Brzezinski, no el próximo Hunter S. Thompson. Thayer rapó su cabeza. Prefería camisetas a chaqueta y corbata. Apretó el tabaco entre sus labios y no se preocupó ser tomdo por un atrevido y sufrido corresponsal extranjero. Había dejado a Camboya por un año para ser un visitante en el Instituto de Política Exterior de la SAIS para completar un libro sobre los jemeres rojos.

Emocionado por lo que había leido en el Internet, llamó a la Review y solicitó presupuesto aereo a Phnom Penh. La revista, un semanario basado en Hong Kong que informa sobre las políticas y economías del este asiático, no compartió su convicción de que este era el momento en el cual Pol Pot se evidenciaría y no lo apoyó. Entonces prestó dinero para el tiquete aéreo y partió para Camboya de todos modos. Seis semanas después salió de la jungla con su amigo, el camarógrafo David McKaige y las noticias, ciertamente obtenidas por él de Pol Pot. Los jemeres rojos introdujeron a los dos hombres en uno de sus enclaves cerca de la frontera con Tailandia para testimoniar la coreografiada denuncia pública del antiguo dictador. Thayer obtuvo la historia y por unas pocas semanas del pasado verano fue el más famoso periodista en el mundo.

Cuando la chiva salió de que un desconocido periodista occidental había encontrado a Pol Pot, La Nighline de ABC llamó a Elizabeth Becker, ahora asistente editor en Washington para el New York Times. Becker fue una de los dos últimos reporteros que vieron al dictador en 1978. Ella recordó: "Dijeron que no sabían quién había obtenido la historia. Yo dije 'yo sé quién la obtuvo'. Tiene que ser Nate Thayer".

UNAS POCAS SEMANAS DESPUÉS DE PUBLICAR su cucharada, Thayer está cansado. Está al teléfono desde un hotel en Bangkok en donde los mensajes se han apilado. Mucha gente quiere al hombre que encontró al Hermano No. Uno y Thayer se ve tanto aturdido como satisfecho por la atención. Mantiene ello en alto cuando un reportero obtiene ponerse en contacto con él. "He obtenido 600 llamadas hoy" dijo a su amigo Andrew Drummond de The Times de Lóndres. "He tenido más de dos mil llamadas en las últimas 72 horas" dijo a Indira A. R. Lakshmanan de la Boston Globe. Cuando Hopkins Magazine lo pudo contactar en su celular apuntó: "he tenido más de 5 mil llamadas telefónicas en el periodo de 72 horas".

Algunos de los que llamaban ofrecieron dinero, aparentemente demasiado, por su historia. Informes acerca de cuánto Thayer pudo haber ganado por su aventura han variado tanto como números que salen de Camboya. Thayer dice que vendió los primeros derechos a la Review por su precio fijo (US$ 2.000 a 3.000); ventas posteriores han alcanzado más de US$ 400.000, que debió compartir con sus agentes, abogados y McKaige. Dice: "Esta historia no tenía nada que ver con dinero o la hubiera vendido al más caro oferente desde el principio. Queriamos hacer la historia con integridad. Es por esto que escogí publicarla en Review y no en Nighline".

Ciertamente la Review publicó cinco historias de Thayer y sus fotos de un aturdido Pol Pot en la portada. La pieza clave fue el recuento de una denuncia pública de un yo-Nate-Thayer-estuve-allí: "Después de una serie de furtivos rendicuentos, usando mensajes codificados en el teléfono celular, me deslicé dentro de una de las junglas más impenetrables, maláricas y sembrada de minas del mundo: la Camboya controlada por los jemeres rojos.

Usted no tiene que ir lejos para encontrar opiniones acerca de Thayer. Steven Solarz, antiguo congresista y recientemente enviado de los EEUU a Camboya dijo: "He estado involucrado con los temas de Camboya por más de 20 años y él está hombro a hombro con cualquier reportero de este país". Karl Jackson, ahora director de los Estudios del Sudeste asiático en SAIS fue miembro del Consejo Nacional de Seguridad en 1990 desde donde siguió el trabajo de Thayer, dijo que había encontrado este más útil que los reportes de las agencias de inteligencia. Alan Dawson, un editor del Bangkok Post y antiguo gerente de las oficinas de la UPI en Saigón, dijo: "En mi opinión, la que es compartida por muchos de mis colegas, Nate es simplemente el mejor reportero que ha venido a la escena Indochina desde la caida de Saigón [en 1975]".

Pero otros periodistas y observadores camboyanos, muchos de ellos parecen atraidos por Thayer, dicen que no es lo suficientemente escéptico, que es demasiado cercano a los jemeres rojos y a veces suena -- si es lo que quiere decir o no -- como un vocero de la organización. Naranhkiri Tith, un expatriado camboyano y profesor adjunto en SAIS dice: "Nate tiende a perderse en detalles y pierde el punto de vista analítico de la gran imagen. Mira en los árboles pero no ve la selva". Un periodista que ha reportado extensamente desde Camboya (y que pidió conservar el anonimato--muchos de los críticos de Thayer fueron reluctantes a ser mencionados) dijo: "Él continua a ser demasiado blando con los jemeres rojos. Pienso que falta su sentido de análisis. Es horrible. Él puede ver cosas en frente de su cara, que no todos los reporteros pueden por mucho tiempo--ve una historia--pero alguno podría decirle amablemente 'escucha, eres un buen reportero, pero una vez que empiezas a analizar...' No puedo creer que la Review haya publicado toda esa cosa. Pero es todo lo que usted hace por precios".

Amigos y críticos están de acuerdo en una cosa: ninguno ha sido tan persistente en cubrir Camboya como Thayer. Dice Becker del New York Times: "Si alguno mereció en testimoniar la denuncia de Pol Pot, fue él, porque puso mucho de su vida en todo esto".

(Desarrollando)

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